marzo 17, 2010
marzo 05, 2010
febrero 18, 2010
Exposición "SOLEDADES Y DESOLACIONES"
Presentación de la muestra por Cecilia Heredia.
Soledades y desolaciones es el título y el tema motivador de esta muestra fotográfica. Para ilustrarlo he elegido el blanco y negro como elemento expresivo, porque pareciera interpretar correctamente los sentimientos y actitudes que descubro en los habitantes de mi ciudad Santiago de Chile.
He elegido para retratar, una acción puntual y cotidiana como es el traslado rutinario en un medio de transporte público.
Es un hecho que la vida en las ciudades moldea e impacta fuertemente a sus habitantes. La ciudad impone un modo de vivir en el que solitariamente acompañados vagamos en todas direcciones. La rutina de la ciudad enclaustra, recluye y confina. Transitamos por lugares predeterminados dirigidos por el quehacer cotidiano. A veces somos conscientes del impacto, en otras ocasiones simplemente lo llvamos asumido.
Mi observar me ha puesto frente a frente seres que son sólo una sombra, un bulto que descansa su humanidad en las paredes del transporte. Cuerpos aletargados, soñolientos, arropados con el peso de sus propias vidas. Cuerpos encorvados y cabizbajos, inanimados, penosamente inmovilizados.
Seres urbanamente desolados, abandonados de si mismos, conformados a una voluntad superior y sistemática que les ordena y dispone las horas de sus vidas.
Descubro una analogía en este triste habitar, con las jornadas eternas que enclaustraron a nuestros ancestros en los oscuros refugios rupestres. Cavernas cargadas de un sentido mágico sobrepasando la función primaria del refugio. . . ¿Serán entonces los interiores de los transportes públicos una suerte de cavernas? Ya no iluminadas con el fuego cálido sino con halógenos e incandescentes intermitentes.
Fuego de espectro frio que acentuan las desolaciones de un mundo tecnologizado que nos ignora i aisla en soledades particulares.
Ya no son los dibujos rituales y comunitarios los que se graban en las paredes rocosas. Ahora son los grafismos personales que se dejan sobre los vidrios del transporte. Es un modo de registrar el paso, un modo de hacer huella. Ya no es el registro de la manada previo a la cacería; son los grafismos que se dibujan sobre las ventanas empañadas con el vaho caliente de la respiración. Estos seres frotan sus cuerpos al vaivén del movimiento del vehiculo que los lleva y los trae atrapándolos en una porción de tiempo que queda suspendido en calles, edificios y semaforos.
Un cielo saturado de ruidos indiscriminados, "una noche oscura" a la luz del dia.
Un estado de purificación incosciente en un encierro involuntario.
Margarita en cambio recorre las calles de una ciudad europea: Barcelona y se encuentra con seres solitarios en espacios abiertos suspendidos en la fracción temporal de su desolación interior. Otro entorno, el mismo encierro. ¿Involuntario?
Soledades y desolaciones es el título y el tema motivador de esta muestra fotográfica. Para ilustrarlo he elegido el blanco y negro como elemento expresivo, porque pareciera interpretar correctamente los sentimientos y actitudes que descubro en los habitantes de mi ciudad Santiago de Chile.
He elegido para retratar, una acción puntual y cotidiana como es el traslado rutinario en un medio de transporte público.
Es un hecho que la vida en las ciudades moldea e impacta fuertemente a sus habitantes. La ciudad impone un modo de vivir en el que solitariamente acompañados vagamos en todas direcciones. La rutina de la ciudad enclaustra, recluye y confina. Transitamos por lugares predeterminados dirigidos por el quehacer cotidiano. A veces somos conscientes del impacto, en otras ocasiones simplemente lo llvamos asumido.
Mi observar me ha puesto frente a frente seres que son sólo una sombra, un bulto que descansa su humanidad en las paredes del transporte. Cuerpos aletargados, soñolientos, arropados con el peso de sus propias vidas. Cuerpos encorvados y cabizbajos, inanimados, penosamente inmovilizados.
Seres urbanamente desolados, abandonados de si mismos, conformados a una voluntad superior y sistemática que les ordena y dispone las horas de sus vidas.
Descubro una analogía en este triste habitar, con las jornadas eternas que enclaustraron a nuestros ancestros en los oscuros refugios rupestres. Cavernas cargadas de un sentido mágico sobrepasando la función primaria del refugio. . . ¿Serán entonces los interiores de los transportes públicos una suerte de cavernas? Ya no iluminadas con el fuego cálido sino con halógenos e incandescentes intermitentes.
Fuego de espectro frio que acentuan las desolaciones de un mundo tecnologizado que nos ignora i aisla en soledades particulares.
Ya no son los dibujos rituales y comunitarios los que se graban en las paredes rocosas. Ahora son los grafismos personales que se dejan sobre los vidrios del transporte. Es un modo de registrar el paso, un modo de hacer huella. Ya no es el registro de la manada previo a la cacería; son los grafismos que se dibujan sobre las ventanas empañadas con el vaho caliente de la respiración. Estos seres frotan sus cuerpos al vaivén del movimiento del vehiculo que los lleva y los trae atrapándolos en una porción de tiempo que queda suspendido en calles, edificios y semaforos.
Un cielo saturado de ruidos indiscriminados, "una noche oscura" a la luz del dia.
Un estado de purificación incosciente en un encierro involuntario.
Margarita en cambio recorre las calles de una ciudad europea: Barcelona y se encuentra con seres solitarios en espacios abiertos suspendidos en la fracción temporal de su desolación interior. Otro entorno, el mismo encierro. ¿Involuntario?
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